Dios es el espacio infinito, de modo que, por un lado, no puede morir, ya que solo algo finito y manifestable puede morir. El vacío, el infinito, no puede hacerlo.

Pero, por otro, Dios, que es la energía más sutil que existe crea este mundo a partir de Sí mismo, de modo que este mundo también es una forma densa de Dios. Y, cuando todas las posibilidades de la creación se han reproducido en la infinidad del tiempo, Dios se aburre y decide morir conscientemente, volver a empezar, deshacerse del pasado y crear un mundo completamente nuevo. Al hacerlo, destruye su parte para volver a convertirla en el vacío del espacio infinito. De una manera similar mueren los humanos y el resto de seres y fenómenos, objetos, planetas, soles y galaxias.

Solo que los humanos mueren inconscientemente, sin comprender para qué sirve la muerte. Pero la muerte de los humanos es parecida a la muerte de Dios. Los humanos mueren para renovarse, porque vivir en un cuerpo y en una identidad falsos los limita enormemente. Tras haber adquirido experiencias en esta Tierra, abandonan su cuerpo y, al morir por segunda vez en el plano sutil, dejan atrás también su falsa identidad para conseguir una nueva vida y adquirir nuevas experiencias.

Puede que se conviertan en extraterrestres, o que vivan en el mundo de los espíritus como Ayamis flotantes, o que se conviertan en ángeles o existan en mundos completamente diferente de los nuestros en forma de una línea infinita en el espacio. De tal manera, Dios les da un nuevo papel en su representación, en la que los humanos obtendrán nuevas experiencias necesarias para el desarrollo de sus almas, volverán a vivir desde el principio, crearán nuevas identidades falsas e interpretarán papeles nuevos para acabar muriendo de nuevo, igual que Dios.

Cuando los humanos comprendan que toda la vida es un juego y sean capaces de ver sus papeles con humor, podrán librarse de él. Podrán escoger qué papel quieren e interpretar o incluso abandonarlo por completo y convertirse en una consciencia pura que se limita a observar cualquier parte del drama creado por Dios.

Pero no basta con que los humanos se pongan a gritar que todo es un juego como loros. Tienen que verlo con toda su masa, sentirlo con todo su ser y nunca olvidarlo, y esto no es tarea fácil.

Para ello, hay que estudiar durante mucho tiempo en una escuela especial cuyos discípulos aprenden a acordarse de sí mismos y ver sus papeles. Para este fin, el teatro es muy útil porque, en él, se pueden practicar los papeles, ver tus diferentes personalidades y comprender de qué estás hecho a través de diferentes escenas representadas por otras personas.

Y los humanos al igual que Dios, en la búsqueda de su libertad, deben querer la muerte consciente de esos papeles para morir dentro de ellos y renacer como una consciencia que se limita a observar los dramas de su vida, viendo su falsa identidad como un mero payaso.

En este mundo, hay distintos tipos de payasos: los hay blancos, que no dejan de llorar y quejarse de sus vidas; los hay rojos, que se enorgullecen de sí mismos y hacen daño a los demás; y también los hay de otros colores. Todo esto no son más que papeles interpretados por los humanos. Pero el ser humano no está limitado a esto: también son consciencia pura, testigos u observadores que se identifican en esta obra en un sueño.

¿Por qué creó Dios tantos seres vivos e inorgánicos, tantos espíritus, ángeles y demás? Para observar su creación desde diferentes perspectivas y puntos de vista. Ve a través de una flor, un árbol, un insecto, un espíritu, un planeta, una estrella, y con todos ellos reúne una cantidad ingente de impresiones del mismo acontecimiento. 

Por otro lado, para los humanos, cada papel es diferente. En uno, se enamoran de alguien; en otro, odian a ese alguien; en el tercero, están dispuestos a sacrificarlo todo por él; en el cuarto, a robarle lo que sea. 

Y hay que reconocer la bacanal que suponen esos papeles, no dejarse capturar por ellos y comprender que ninguno de ellos te representan en verdad; que estos papeles se han creado dentro de ti. Este baile de disfraces creció contigo como resultado de las circunstancias, las influencias y la imitación, y es hora de quitarse la máscara.

 

 

 

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